Uncategorized

LA HISTORIA DE ANDREW SIMPSON, EL REGATISTA CAMPEÓN OLÍMPICO MUERTO PRACTICANDO LA VELA

Le apodaban Bart por el dibujo animado. Quizá tuviera mucho en común con él, además del apellido Simpson. Era una institución dentro de sus compañeros, fuesen del país que fuesen y un deportista de prestigio en el propio, habiendo sido nombrado Miembro de la Orden del Imperio Británico. Su palmarés era envidiable, pero más aún lo era el cariño de sus compañeros, que se volcaron en el momento de su temprana, absurda e inesperada muerte, ocurrida en uno de esos barcos que él, como regatista, tanto amaba.

Se llamaba Andrew Simpson, un regatista de Surrey apasionado del mar, en cuyas aguas ya se adentraba con cuatro años. Como pasa muy a menudo en el mundo de la vela, Simpson pasó por muchas clases olímpicas, como la Star o la Finn. Se iba moviendo de una categoría a otra, de un compañero a otro, pero siempre con éxito. Junto con Iain Percy formó una dupla difícilmente igualable. Su pico lo alcanzaron con el oro olímpico de Pekín 2008 en la clase Star. Las victorias se sucedían en campeonatos mundiales, europeos, copas del mundo…hasta llegar a los Juegos en casa, los de Londres 2012. Allí “sólo” pudieron subirse al segundo cajón del podio, pero una plata olímpica no es nunca desdeñable, aunque es indudable que Simpson y Percy habían sido los dominadores totales durante cinco años: de 2007 a 2012, sumando triunfo tras triunfo.

El azaroso mundo de la vela, que mueve las categorías olímpicas más que el viento las naves, estipuló que la clase Star desaparecería para Río 2016, así que Andrew Simpson mudó de reto a uno no menos grande en su deporte: la Copa América. La decisión, lógica en un profesional de la vela que quiere seguir apuntando a lo más grande sería con el tiempo, sin embargo, letal, pues encontraría la muerte precisamente en el barco elegido.

Foto de Getty Images

Los suecos de la embarcación Artemis Racing se habían fijado en el talento del regatista británico y le contrataron, pues además conocían del espíritu olímpico del treintañero inglés que supo crear un grupo muy unido con el fin de llevar lo más lejos posible al Artemis en tan prestigiosa regata.

Y entonces llegó el fatídico 9 de mayo de 2013. Soplaba mucho viento y el Artemis se hundió en la bahía de San Francisco durante un entrenamiento. El británico quedó atrapado bajo la nave durante diez largos minutos. Aunque fue rescatado y sometido a reanimación durante otros veinte, todos los esfuerzos fueron baldíos. Había sufrido heridas en cabeza, cuello y pecho. Oficialmente se certificó su muerte debido a “traumatismo y ahogamiento”. Tenía sólo 36 años. No fue la primera víctima de la Copa América, aunque se apunta más a las características del barco que a la regata en sí. Se trata de un yate clase AC72, una clase considerada como de “alta velocidad y alto riesgo” por los expertos. Se achaca además que, por ser una clase muy novedosa, no todos sus componentes habían sido lo suficientemente testados y que, en definitiva, se trata de una nave aún por conocer. Algunos la llegan a denominar una “trampa mortal”. De hecho todos los regatistas han de competir con casco en esta clase.

En el caso concreto de Andrew Simpson el casco del barco volcó al fallar en su estructura. Las embarcaciones que compiten en la Copa América usan la más alta tecnología para adquirir velocidad, dejando más de lado las estrictas normas de seguridad presentes en los barcos recreativos.

Si de algo sirvió la muerte de Simpson fue para que, al poco de producirse, un comité propuso hasta 37 modificaciones obligatorias para todos los eventos futuros.  En la actualidad, una fundación con su nombre se dedica a “transformar la vida de los jóvenes mediante la vela” siguiendo el inspirador lema de este campeón olímpico: “Nunca te rindas en lograr tus metas”. Un lema muy adecuado para cualquier deportista olímpico.

Dejar una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *