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MONTREAL 76: EL MAYOR FIASCO OLÍMPICO

Se suele hablar de los beneficios que traen unos Juegos Olímpicos a las ciudades candidatas. En muchas ocasiones se cumplen los mejores pronósticos pero no fue ese el caso de Montreal. Simplemente la construcción de su estadio olímpico y problemas posteriores a los Juegos supusieron una verdadera pesadilla para el mentor de Montreal 76, su megalómano alcalde Jean Drapeau y sus conciudadanos.

La historia del apodado The Big Owe (la gran deuda) es la de un auténtico “elefante blanco”. Repasemos la serie de calamidades que lo han defenestrado hasta el punto de plantearse en la actualidad su derribo:

El alcalde Drapeau lo llevó a cabo escogiendo personalmente el diseño sin un debate público. Primer error. Dicho diseño estaba tan plagado de fallos que no llegó a realizarse en su totalidad para los Juegos. No ayudaron las huelgas de los trabajadores de la construcción, cierto. Así las cosas, se estrenó en los JJ.OO. sin el techo retráctil y la torre previstas. Ni siquiera un impuesto especial del gobierno de Québec sobre el tabaco permitió que se acelerara su construcción. El coste iba ascendiendo escandalosamente: de los 134 millones de dólares canadienses iniciales se llegaron a los 264 en su inauguración, recordemos que “a medias”. Sólo en 2006 se pudo acabar de pagar en su totalidad el coste, que finalmente ascendió a 1.500 millones.

Lo que es peor, debido a su costoso mantenimiento, poco uso y continuos problemas estructurales la tendencia actual del gobierno se dirige hacia su demolición, que costaría unos 500 millones más debido a la proximidad del Metro que corre por debajo del estadio.

Centrémonos en los problemas del techo y la torre, las joyas del estadio. La torre sufrió un incendio en los años 80 y la caída en gran parte de la misma cuando se disputaba un partido de béisbol. En cuanto al techo retráctil, que sólo se acabó en 1987, más de diez años tras los Juegos, se rasgó en varias ocasiones debido a su mal diseño, provocando además goteras.

El 8 de septiembre de 1991 pasó por su peor momento cuando se partieron unas vigas de soporte provocando la caída de 55 toneladas de cemento, afortunadamente sin causar bajas. A partir de entonces se desechó la idea del techo retráctil y se instaló (por 26 millones más) un techo no replegable. Techo que daría, a su vez, problemas, pues se cayó (350 metros cuadrados del mismo) durante un Salón del automóvil, lo que hizo que fuera reparado de nuevo. Pese a la colocación de tuberías de calefacción para evitar que hiciera estragos el peso de la nieve en el invierno canadiense se decidió no usar ya más el recinto, por si las moscas, durante los meses invernales.

En la actualidad se usa más como atractivo turístico realizándose visitas al mismo, donde destaca la subida a la torre –incuestionablemente atractiva- que como uso deportivo. El estadio olímpico de Montreal quedará para la historia como ejemplo a no imitar para cualquier ciudad candidata a unos Juegos.

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