Momentos Olímpicos Mágicos

MOMENTOS OLÍMPICOS MÁGICOS 82: LA EMOTIVA HISTORIA DETRÁS DEL ÚLTIMO CLASIFICADO EN LA MARATÓN DE BARCELONA 92

Como hemos contado en reiteradas ocasiones en estas páginas la historia olímpica no está construida únicamente por campeones. Sin “perdedores” los campeones no existirían. A veces las historias personales de los perdedores son más ricas que los que les superan en las clasificaciones deportivas. Desde luego, hay casos en que son al menos más emotivas. Un ejemplo lo encontramos con el último clasificado en la prueba masculina de maratón en los Juegos Olímpicos de Barcelona 92. Se trata del mongol Pyambuu Tuul. No es que fuera únicamente el último en llegar a la linea de meta (aunque hay matizar en su caso lo de la linea de meta, porque ni siquiera se le permitió cruzar la meta dispuesta en el estadio), es que lo hizo a una hora del anterior clasificado -para ser más exactos, a 56 minutos-. El asiático, pese a todo, batió su marca personal y el récord de su país en una maratón olímpica. Casi dos horas (1 hora 47 minutos) después del vencedor, cuyo nombre no nos importa en este caso, Tuul llegó a la zona del estadio ya entrada la noche, exactamente recién pasadas las 10 y media. Ya había comenzado la ceremonia de clausura, por lo que no se le permitió la entrada al estadio, en medio ya de unas celebraciones festivas que ocupaban la pista de atletismo. Llegó a oscuras, con un motorista que le abría paso -pese a que ya no se congregaba, desde hacía muchos minutos, público que estuviera dispuesto a animarle- y, por detrás, el coche escoba, motoristas, policías, un coche de seguridad y dos ambulancias. Toda la disposición para una de las pruebas reinas de los Juegos que había tenido que esperar pacientemente la llegada del último clasificado. La organización le indicó el camino de la pista de entrenamiento anexa al estadio para que cruzara la linea de meta, como había sido el caso también de los tres atletas que le precedieron, por solaparse con la ceremonia de clausura, en el caso de Tuul ya avanzada.

El atleta mongol tuvo que soportar las recriminaciones de los jueces en su llegada. Puede que estuvieran hartos de esperar tanto tiempo a un solo corredor. Puede que contaran con haber acabado su trabajo muchos minutos antes. Puede que les fastidiara perderse la espectacular ceremonia de clausura. Puede que dudaran de la conveniencia de la participación de un deportista con tan pobre marca. Alegaron indignación por una supuesta incorrección de Pyambuu: al cruzar la meta el mongol se quitó el dorsal mostrando en su camiseta el logotipo de su club atlético, lo que casi provocó su expulsión si hubiera llegado a prosperar la intención de unos de los jueces, aduciendo que cualquier tipo de publicidad está prohibida en los Juegos. Le llegaron a increpar con la nada ambigua frase “¡Eres un jeta!”. En ese logotipo está la clave de la historia humana de Pyambuu Tuul que a continuación contamos.

Tuul, sin el dorsal, mostrando el logo de su club. Foto de Joan Sánchez. El País

Tuul había permanecido ciego hasta seis meses antes de esa carrera. No había nacido invidente, sino que un accidente de construcción, acaecido catorce años antes, le provocó la ceguera. Se había sometido a varias operaciones en su Mongolia natal, todas infructuosas (tengamos en cuenta las condiciones de un país como Mongolia y los años 80). Tuul se dedicó al atletismo, pero en su categoría paralímpica, corriendo con un guía. Aun así, Pyambuu vivió los primeros años de su ceguera muy afectado en el aspecto anímico, siempre deprimido, enfurecido, en una palabra: infeliz. Pero de repente, su suerte cambió. El club Achilles Track Club, de Nueva York, tenía como objetivo ayudar a atletas discapacitados a participar en pruebas atléticas. Le localizaron y le pagaron el viaje, ya en 1991, a la ciudad de los rascacielos para someterle a un trasplante de córnea, que resultó ser todo un éxito. Así, tenemos a este atleta paralímpico con la visión recobrada a pocos meses de los Juegos de Barcelona 92. Tuul quiso agradecer de alguna manera el “milagro” a quien lo había conseguido y prometió competir en la prueba de maratón en la cita olímpica más cercana en el calendario. Le tocó en gracia a Barcelona 92. Como colofón final Tuul quiso mostrar al mundo (aunque, a su pesar, no hubo espectadores ni televisión a su llegada) el nombre del club que había permitido el cambio radical en la vida de Pyambuu. Ese fue el logotipo que quiso enseñar en su camiseta.

Pyambuu Tuul se convirtió en el primer mongol que completaba un maratón olímpico. Además, en realidad no fue el último, pues si bien es verdad que nadie cruzó la meta detrás de él hubo otros 27 corredores que ni siquiera la cruzaron, abandonando. También es cierto que Tuul batió una marca poco honrosa: la del peor registro de un último clasificado olímpico, aunque hubo un atleta que incluso le superó en eso, mas hemos de remontarnos a los lejanos Juegos de Londres 1908, donde las marcas eran peores en todos los casos. Pero el mongol corrió, nunca se quejó, obedeció y, calladamente, “ganó” a su manera la maratón olímpica de sus Juegos. Preguntado a su llegada si en realidad ese día había sido el más bello de su vida Tuul contestó que no, que el día más feliz de su vida había sido aquel en que por fin pudo ver la cara de su mujer y de sus dos hijas.

Foto de Joan Sánchez. El País

Un comentario

  • Virginia

    ! Que historia¡, los jueces un poco bordes, pobrecito, cumple su palabra y le regaña, con el pequeño siempre envalentonados. No digo que las reglas están para cumplirlas pero hay casos y casos.

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