CONDONES EN LA VILLA OLÍMPICA: EL OTRO LADO DE LOS JUEGOS OLÍMPICOS
Cada edición de unos Juegos Olímpicos agranda las cifras de la anterior: número de participantes, de países, de telespectadores, de presupuesto y un largo etcétera, pero igualmente aumentan y de manera exponencial la cantidad de preservativos –siempre gratuitos- que se reparten en la villa olímpica. Los tiempos cambian y no solo los grandes eventos deportivos evolucionan en su medición, materiales de competición, tecnología para el uso y disfrute de los deportistas y todo el entorno.
Precisamente para el disfrute especialmente, desde la edición celebrada en Barcelona en 1992 se decidió repartir condones para los atletas. Eran los primeros tiempos del SIDA y tanta juventud (eufórica cuando salen victoriosos y con una medalla al cuello) reunida era el caldo de cultivo perfecto para la concienciación en la prevención de esa enfermedad de transmisión sexual. La cantidad de los mismos ha ido aumentando a pasos agigantados: en la “primera edición”, la de Barcelona, las cifras bailan entre 50.000 y 80.000 para un total de 9.500 atletas. Sin embargo, la cifra bajó sensiblemente en la siguiente cita olímpica, la de Atlanta 96: “solo” 15.000 unidades para 10.500 atletas. Tras la “racanería” de los estadounidenses los números volvieron a dispararse, hasta 70.000 condones en la edición de Sidney…que se agotaron transcurrida una semana. Los organizadores tuvieron que encargar la distribución inmediata de otras 20.000 unidades. Aun así, no lograron evitar que las máquinas acabaran con sus existencias cuando aún quedaban tres días de competición.
Tras la experiencia de Sidney, la edición invernal celebrada en 2002 en Salt Lake City quiso estar preparada y anunció la distribución de 250.000 profilácticos, confirmando lo que se ha verificado en sucesivas citas olímpicas: en los Juegos de Invierno se distribuyen muchos más condones, pese a ser bastante menor el número de participantes respecto a los Juegos de Verano. Sin embargo, la organización hubo de echarse atrás en cuanto a su plan inicial, motivado por las protestas religiosas (se encuentra en el estado mormón de Utah) y la cifra, así, se redujo a 100.000 unidades. Como eran 2.500 los deportistas presentes nos sale a cuarenta per cápita.
Atenas encargó 130.000 condones, alrededor de trece por atleta. La cifra bajó en el caso de los Juegos de Pekín 2008 hasta redondear los 100.000. Esos para la villa olímpica porque los chinos distribuyeron otros 300.000 en un centenar de hoteles de la ciudad, así como folletos sobre el SIDA. Curiosamente, en el caso de Pekín la organización no tuvo que recurrir -como en Sidney ocho años antes-, a reponer unidades, puesto que no solo no se agotaron sino que se dejaron en la villa olímpica unos 5.000.
En Vancouver 2010 se entregaron 100.000, lo que da una cifra de catorce por atleta. En Londres 150.000, un 50% más que en la anterior cita olímpica. A cada deportista le corresponderían quince preservativos, pero la cifra real se ajusta a 6.2, puesto que la distribución también incluyó a staff y voluntarios. Las cifras se han disparado nuevamente en Río: ni más ni menos que 450.000, acercándonos ya al medio millón. Otro récord de Río es la media por atleta: a cada uno le corresponden 42, más del doble de días que duran los Juegos. En el caso de Río, además, se regalaron igualmente 150.000 preservativos femeninos y 175.000 botes de lubricante.
Algunos datos nos dicen más que las propias cifras: en los Juegos de Invierno de Albertville las máquinas expendedoras tenían que ser rellenadas cada dos horas, tal era la demanda. Otro dato curioso es la peculiar y exclusiva decoración de los condones, que los convierten en auténticos objetos de coleccionismo. Así, tenemos que los repartidos en Sidney eran de color dorado, plateado o de bronce. No es de extrañar que se agotaran, con tan jugoso souvenir.
Para souvenir los preservativos repartidos en Pekín 2008, pues muchos eran sus atractivos: por una parte tenían escrito en su envoltorio el motto olímpico por antonomasia: “citius, altius, fortius”, eso sí, en chino y en inglés. Por otro lado, en el propio condón se dibujaban las mascotas de esa edición: el pez Beibei, el panda Jingjing, la llama olímpica Huan Huan, el antílope tibetano Yingying y la golondrina Nini, todos con claros y redondeados rasgos infantiles.
Los preservativos causaron, por cierto, el enésimo problema durante la edición de Río al provocar un enorme atasco en los desagües de la villa olímpica. Por si se preguntan si es un gasto demasiado grande para las ciudades organizadoras hay que decir que las unidades son regaladas por una conocida marca de preservativos. Por otra parte, no solo se les entregan -siempre gratuitamente- a los deportistas en la villa olímpica, sino que en el pack dado justo antes de partir para la sede olímpica por su Comité Olímpico Nacional siempre incluyen unidades.
No analizaremos aquí si tan ingente cantidad de preservativos es realmente usada o no durante los Juegos. Tenemos nuestras dudas, pues en los días anteriores a la competición muchas delegaciones (médicos, entrenadores) desaconsejan el sexo en sus deportistas, ya que hay estudios que hablan de una bajada en el rendimiento. En cualquier caso, las cifras se han disparado tanto que nos hacen dudar del uso de tan enorme cantidad. Otro dato: ¿no serán objeto no ya de llevarlos como recuerdo, sino para su venta, en caso sobre todo de atletas de países pobres? Se han dado casos de “pilladas” de deportistas de naciones pobres acaparando centenares de condones para su casi segura venta en su propio país. El caso es que el COI lo tiene claro: no quiere problemas médicos y la juventud de los participantes, la euforia tras los éxitos deportivos, la propia vida en la villa olímpica pueden muy bien favorecer un aumento claro en la media de relaciones sexuales.