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DANIELE LUPO: TRIUNFADOR EN RÍO 2016 Y EN LA VIDA

Existe la justicia poética en el deporte, de veras que sí. El deporte a veces el cruel e incluso injusto, pero otras veces devuelve con justicia lo que un deportista se merece. Daniele Lupo es ejemplo vivo –nunca mejor dicho- de ello. Quizá no les suene este nombre, pero ha sido una de las medallas más inesperadas y emotivas de los Juegos de Río 2016. Romano de 25 años, ganó la plata en el voley playa junto a su compañero Paolo Nicolai.

Llegar a la final fue una gesta casi épica, porque Lupo y Nicolai venían de la fase previa como lucky losers, que traducido literalmente significa “perdedores afortunados”. En efecto, habían sido perdedores en esa primera fase y, decididamente, fueron e iban a ser aún más afortunados. En el voley playa olímpico se juega una primera fase de grupos. A los octavos de final se clasifican los dos primeros de cada grupo, los dos mejores terceros y el resto de terceros –llamado lucky losers- se juegan entre ellos el seguir en la competición. La pareja italiana compuesta por Lupo y Nicolai se encontraban entre estos últimos, tras haber disputado una pobre primera fase en la que perdieron dos partidos y únicamente ganaron a la pareja tunecina. No fue tanta sorpresa el que ganaran a los polacos Kantor-Losiak para poder acceder a octavos, pero sí que dieron ya el primer aviso de sus posibilidades cuando vencieron a sus compatriotas Ranghieri y Carambula, que venían de unos muy buenos partidos y resultados en Río. A partir de ahí la pareja italiana pudo con las dos rusas con las que le tocó enfrentarse en cuartos y en semifinales. Lo impensable: unos lucky losers se habían plantando en la final. Eso de por sí ya es una hazaña olímpica pero más si tenemos en cuenta que un componente de la pareja italiana estuvo luchando por su vida poco más de un año antes de la disputa de los Juegos.

Daniele Lupo y Paolo Nicolai estaban a punto de irse a Tenerife en marzo de 2015 para preparar su temporada. Pocos días antes del viaje Daniele siente molestias en la rodilla y acude a un médico una tarde de viernes. A Daniele en aquel momento solo le preocupaba que esas molestias le estaban quitando tiempo de su preparación. Quería reeditar el título de campeones europeos, obtenido el año anterior. Solo por ser tarde de viernes los médicos le envían a casa para pasar el fin de semana, con la promesa de vuelta el lunes. Los exámenes del lunes confirman lo peor: Daniele tiene un tumor en los huesos. El mismo martes le operan. Afortunadamente fue pillado a tiempo, tanto que no requirió quimioterapia. De haberse sometido a sesiones de quimio Lupo no habría llegado a tiempo a la cita olímpica en la capital carioca. Daniele no tuvo miedo, más bien le preocupaba más perder el pelo y que lo viera así su novia. Ahora, con el tiempo, recuerda con vergüenza ese temor banal.

Puede que a no tener miedo le haya ayudado su carácter meramente positivo, porque Daniele es uno de los atletas más queridos del circuito por su simpatía personal. Todos le han cogido cariño, incluso sus rivales. Las jugadoras más maduras siempre le han mimado como si fuera un niño y es que Daniele se hace querer, siempre sonriente. A posteriori ha valorado el cariño mostrado por toda la familia del voley playa en su recuperación. Pero Lupo también es un competidor nato y, una vez operado, quiso ponerse en marcha lo más pronto posible para continuar con su carrera deportiva. Contaba los días de reposo como uno menos para llegar a poder entrenarse, poder competir. Cuando le llegó la confirmación médica de que todo había salido bien respiró entre escalofríos y se puso en marcha con el objetivo final de Río. El Comité Olímpico Italiano le agradeció su inesperada y emotiva medalla y su lucha por su vida premiándole con ser el abanderado italiano en la ceremonia de clausura de los Juegos. Sin duda ha sido un ganador afortunado de la vida y, a la larga, un afortunado ganador también en el deporte, en la cita olímpica. Para nada perdedor.

Foto de Simone Ferraro / GMT
Foto de Simone Ferraro / GMT

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