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¿DEBE SEGUIR SIENDO OLÍMPICO EL FÚTBOL?

Cuando pensamos en deportes olímpicos nos vienen a la cabeza las finales memorables de los 100 metros lisos, los 100 metros estilo libre en natación o la emoción de la gimnasia. Pensamos asimismo en otros muchos deportes, incluso minoritarios, como el pentatlón moderno o la doma clásica, que prácticamente sólo se pueden ver en unos Juegos Olímpicos. Infinidad de pruebas y modalidades, pero difícilmente pensamos en el fútbol. Fútbol y Olimpiadas son dos palabras que no asociamos, que no casan.

Tampoco parecen asociarlas los propios futbolistas y el mundo del balompié en general, que históricamente ha dado la espalda a la competición olímpica. Cuando un futbolista sueña en conseguir unos logros profesionales no le pasa por su mente hacerlo en el torneo olímpico, que es la máxima competición para cualquier otro deporte. Los logros a nivel de –potentes- clubes, así como el indudable atractivo del Mundial de este deporte (tanto, que a nivel de seguimiento se sitúa por encima incluso de los propios JJ.OO.) y, en un nivel algo inferior, de las competiciones continentales, hacen que los Juegos sean considerados casi –y sin el casi- como un “estorbo” en el apretado calendario de los jugadores.

Hay que admitirlo: el torneo olímpico es un auténtico engorro para los que sean quizá deportistas más profesionales del orbe. Tras temporadas cargadísimas de partidos “vitales” luchar por una medalla olímpica que apenas tiene repercusión y, por tanto, brillo, se antoja un sobreesfuerzo que pocos quieren hacer. Y, sin embargo, el fútbol sólo ha estado apartado del torneo olímpico en dos ocasiones: los primeros Juegos, los de Atenas de 1896 y los de Los Ángeles 1932 (las mujeres participan ininterrumpidamente desde Atlanta 96).

El mítico estadio de Wembley, durante los Juegos de Londres 2012

Parte de la culpa de la dificultad en que asociemos el fútbol a las Olimpiadas esté en el hecho de que, durante muchas ediciones, los deportistas –fuera cual fuera su disciplina- tenían prohibido participar en caso de ser profesionales. Eso cerraba las puertas a los mejores representantes del fútbol, lo que hizo que el torneo balompédico se convirtiera en una especie de cajón en el que entraban solamente: A. Jovencísimos futbolistas (debido al reglamento, que sólo permite a tres jugadores mayores de 23 años en cada selección) que aún no habían descollado B. No tan jóvenes jugadores africanos, cuya carencia de pasaportes fiables hacía que dichos países compusieran unos combinados mucho más fuertes que, por ejemplo, los imberbes europeos, sobre el papel más potentes. C. Equipos de la Europa del Este cuando aún estaba vigente el Telón de Acero que, en vista de las dificultades en conseguir campeonatos de mayor valía, se “conformaban” con el torneo olímpico, dada la escasa competencia.

Así, la lista de medallistas en fútbol se ha llenado con selecciones como la polaca, varias africanas, Alemania del Este, Unión Soviética o Hungría, si bien es verdad esta última es un caso aparte, porque presentó combinados épicos en los que formaban parte estrellas como Ferenc Puskás o Sándor Kocsis.

Foto de Daniel García-AFP

Claramente los Juegos Olímpicos significan para las selecciones participantes una forma de fogueo de sus jugadores más jóvenes, raramente futbolistas consagrados. ¿Tiene por tanto derecho el fútbol de participar en la competición deportiva máxima a nivel mundial? Máxima para todos y cada uno de los deportes que participan menos para el propio fútbol (el tenis es también un caso aparte, pero sin llegar ni mucho menos a los extremos del fútbol). Muchos deportistas de élite están convencidos de esta máxima: “Si los Juegos Olímpicos no representan el mayor logro para tu deporte, entonces quizá tu deporte no debería ser olímpico”.

Ni a nivel de seguimiento en medios, ni de asistentes (la organización de Londres 2012, sin ir más lejos, se las vio y se las deseó para vender entradas del torneo de fútbol) el torneo olímpico de fútbol llama la atención. Si los participantes (tanto a nivel de países como de los propios participantes, dentro de cada selección) no son ni mucho menos los mejores del mundo (salvo escasas excepciones, como la reciente del brasileño Neymar), ¿para qué seguir ese torneo de segunda cuando el calendario olímpico está cargado de competiciones de altísimo nivel para seguir?

La desidia en participar es descarada. Gran Bretaña directamente renuncia a participar en Río 2016. Ya no hay interés alguno en volver a montar un nuevo Team GB que costó tanto juntar para los Juegos en casa de Londres. Eso por poner un ejemplo. ¿Quién ha oído a algún jugador de élite declarar su interés por ser medallista olímpico? Se lucha mucho más por conseguir un galardón subjetivo y a nivel individual como una Bota de Oro o similares.

Ni siquiera muchos declarados seguidores incondicionales de este deporte saben que uno de los mayores ídolos del momento, Lionel Messi, es campeón olímpico. ¿Es mencionado en su palmarés? ¿Y sabían que Pirlo también es medallista olímpico? Lo fue con Italia en Atenas 2004. ¿Realmente le importa a alguien cuando se paran a destacar sus logros? ¿Se menciona que la “Araña” Lev Yashin, el recordado portero soviético, fue campeón olímpico en Melbourne 56? ¿Se destaca acaso en el historial del brasileño Rómario su plata en Seúl 88? Ni siquiera la todopoderosa Brasil, con Neymar incluido, pudo ganar el oro en Londres 2012, vencidos por…Méjico. Por muy “apañao” que fuera el conjunto brasileño no juntó a sus mejores componentes posibles, tan poco interés suscita la medalla de este torneo.

Mención aparte, sin embargo, merece el empeño que puso España en combinar una selección de ciertas garantías en sus propios Juegos, los de Barcelona 92. En ese memorable conjunto formaron parte Kiko, Guardiola o Luis Enrique, bien es verdad que aún muy jóvenes y al comienzo de sus carreras. Pocos años más tarde, en Sidney 2000, los Xavi Hernández, Puyol o Albelda conseguirían la plata olímpica, otro logro que apenas se menciona en sus carreras.

El torneo futbolístico también está privado de espíritu olímpico al disputarse –salvo la final y algún partido más- en otras ciudades ajenas a la sede y no poder participar nunca sus componentes ni en la ceremonia de apertura ni en la de clausura. Cuando muchos deportes están luchando con todas sus fuerzas por poder entrar en el calendario olímpico ¿por qué se sigue manteniendo el fútbol, que además lleva consigo una necesaria gran infraestructura de varios estadios y muchos participantes por selección?066

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