Momentos Olímpicos Mágicos

MOMENTOS OLÍMPICOS MÁGICOS 13: KLEIN- ASIKAINEN, EL COMBATE DE LUCHA QUE DURÓ CASI 12 HORAS

Juegos de Estocolmo de 1912. El mapamundi poco tenía que ver con las fronteras actuales. Como siempre, algunos países se disputan más que una medalla en sus enfrentamientos directos. Era el caso de Finlandia y Rusia. Los primeros vivían aún bajo el poder ruso, con un estatus de no entera libertad ni tampoco de independencia. Les permitieron, eso sí, participar en la Olimpiada de su vecina capital sueca bajo su propia bandera. Cuando les tocaba toparse con sus otros vecinos, los colonizadores rusos, los finlandeses luchaban con aún más garra.

Ese era el caso de Alfred Asikainen, el entonces vigente campeón mundial de lucha grecorromana en la categoría de 75 kilos. Finlandia ya era un país poderoso en ese deporte en la época que nos ocupa de preguerra. Tres de los cinco títulos olímpicos en Estocolmo fueron a parar a sus manos, consiguiendo un total de siete de las quince medallas en juego. Muchas esperanzas estaban depositadas en Asikainen, como campeón mundial que era. Le tocó enfrentarse en semifinales contra Martin Klein, estonio que había optado por defender la bandera rusa.

Klein se había forjado trabajando de cargador de barcos y marinero desde los 17 años. Más tarde se dedicó a la construcción en San Petersburgo. Allí se apuntó en el club de lucha Sanitas, donde trabajaba de guardia nocturno.

Asikainen y Klein protagonizarían el combate del siglo en una de las semifinales olímpicas. Establecieron un récord de 11 horas y 40 minutos. Récord que no ha sido superado ni lo será nunca, puesto que a raíz del mismo se cambió el reglamento desde 1924 para evitar semejante exceso de esfuerzo.

Ya esos Juegos habían dejado otro combate entre el sueco Anders Ahlgren y el compatriota de Asikainen, Ivar Böhling, que se había alargado durante nueve horas. Se trataba de una final, que terminó siendo declarada empate nulo, sin entrega del oro para ninguno de los contendientes, ya que las reglas decían que uno de los luchadores debe derrotar al otro.

Claramente, lo que se disputaban Ahlgren y Böhling era “solo” un oro, pero no era el mismo caso el de Klein y Asikainen. El hecho de pertenecer a dos naciones enemigas, una ocupando la otra, subía el nivel de lo puesto en juego en aquel largo combate.

Con únicamente descansos breves cada media hora ambos contendientes luchaban a cara de perro. Había demasiado en juego, posiblemente el representar a los países que representaban en aquel momento histórico en concreto les dio una fuerza extra. Finalmente, la victoria cayó del lado del ruso, pero Klein la pagó bien caro. Mientras Asikainen, pese a su derrota, volvía a su país como héroe nacional por la indudable garra expuesta, Klein logró una victoria en vano, ya que al acabar el combate se encontraba tan exhausto que le fue imposible presentarse a la final y, así, conseguir el preciado oro olímpico. De esta manera, el beneficiado de esa lucha sin cuartel que tuvo lugar entre el ruso y el finlandés fue el local Claes Johansson, que se encontró con un oro por el que no tuvo que pelear ni un solo segundo.

Al poco Klein combatiría en la Primera Guerra Mundial sirviendo en el bando ruso, para poco después tomar parte en la guerra por la independencia de su país de origen, Estonia. También llegó a trabajar en el circo como luchador. Acabó preparando a los luchadores estonios que participarían en los Juegos Olímpicos de 1920, en los que se le llegó a ofrecer una plaza como contendiente, que rehusó para que luchara la nueva hornada. Klein moriría de una hernia causada por arrastrar troncos. Es muy apreciado en la Estonia actual, donde cuenta con una estatua en su Viljandi natal. Al fin y al cabo, aunque no ganara el oro no dejó de ser el primer estonio en ganar una medalla olímpica.

Foto de Getty Images
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